Nota escrita por Javier Bezunartea para la inauguración del estadio

Querido amigo: Te escribo con el temor de no poder terminar con esta carta, es que la emoción es ....tan grande. Hace una semana comence a escribir pensando en que hace mas de 20 años que compartimos estas vivencias y sentimos lo mismo. Empezé en Bariloche y mientras los nuestros hablaban de Cruz del Sur de cómo enfrentarlo, de que el secreto estaba en el contragolpe, yo no sabía si era un equipo o una estrella, la misma que iluminaba nuestra ilusión, que magnificaba nuestros deseos, que el principal objetivo de nuestras utopias se verian coronados una semana despues. Cuando hablo de nuestro lo hago inspirado en una frase de Alberto Cortéz, cuando sostenía que «lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad». Seguramente no somos los gestores de esta obra, que es realidad gracias a un grupo de pocos, trabajadores y audaces dirigentes que encabezados por los hermano Sastre nos regalan lo mas soñado, el mejor obsequio, en definitiva, el bien mas preciado al pueda aspirar cada ser humano: «la casa propia». Desarrollando el balance de los distintos pasos que uno va dando en la vida, queda en el debe, la oportunidad de realizar mas cosas por la institucion, pero... En el haber hay una historia tan rica, sufrida, pasional e irrepetible como debe tener cada hincha. Comenzaban los 80, por primera vez podíamos vestir una camiseta de la cual seriamos protagonistas.porque no era la de Boca, River o Independiente, no había escuelitas, era Madryn o era Brown. Si, teníamos la oportunidad de defenderla, cuando empezamos a comprender de que se trataba nuestra cancha se transformaba en escuela y allí comenzaría el peregrinaje eterno, pero con la convicción, el sentimiento y la obligacion de defender esa camiseta como la vida misma y el legado que ésta transmitía: el quintuple campeonato, jugar en la cancha de Boca, ver a Rufino, Tongui o Tono, a tantos que nos dieron la gloria y nosotros no tuvimos la suerte de disfrutar. Pero se transmitía, parecía hereditario, sanguineo y a fuerza de sufrimiento el fanatismo crecia, mirabamos al Mara, Caio, Cafiola, el Yerba, Mandarina, el Zurdo, el Chancho o el Pato y sin dudas la sapiencia de nuestro unico maestro, Francisco hacia fácil lo dificil, feliz lo triste. Jugar de local en Argentinos del Sur, entrenar en el Ferro o en sol naciente, pasarnos el juego de camiseta entre 3 categorias, por culpa de todo esto o gracias a todo esto el amarillo y negro corria por nuestras venas.Cuando parecía que se cumplia nuestro sueño, inaugurábamos la cancha contra Alberdi, al lado de Fama, en menos de un año clausura, que no dan las medidas, que no hay seguridad, que, que que... Que se yo el destino nos transformaría en inquilinos eternos. Y pasaban José, el Queco, el Puma, Lauta, Adrián y a seguir peregrinando. Los objetivos comenzaban a sufrir una metamorfosis, que crecian con el nivel de exigencia que imponía el hincha, ya dejaríamos de jugar para no descender, comenzábamos a saborear lo que significa ser protagonistas, Dios nos guiño un ojo, Carolo puso la cabeza y a partir de allí todo seria distinto, era el punto de inflección ante tantos sufrimientos. Podíamos ver campeón a «el Madryn» (asi se llama para nosotros) después de 20 años y de que manera. A partir de allí todo sería distinto, hinchada, gente, viajes, que Esquel, Bariloche, Neuquen, Río Gallegos Santa Rosa, Tandil, fuimos a todos lados lo soñado era realidad. La realidad superaba la historia aun que los anhelos seguian existiendo todavía faltaba algo

Y el dia llego. 19 de noviembre. Dejamos los bolsos. Se siente el olor a aceite verde, el murmullo se convierte en aliento ensordesedor, los resultados ya no importan, que van a importar, si ganamos por goleada a vos te digo, se que me estas escuchando donde estes. Tenemos cancha, nuestra cancha, deja caer las lágrimas, sumate a la emoción, el día ya llego y como dice la plaqueta «para que los incredulos crean y los utopicos (nosotros) sigamos soñando». Bienvenidos al Coliseo del Golfo.